21/1/08

A quien lo pregunte

By Alan Romero.
Al volante y en el retrovisor, LVI.
A la derecha, la china.


Sólo una de esas horas libres en que no encuentras qué hacer porque no tuviste la grandiosa idea de llevarte a la universidad ese buen libro que estabas leyendo...

Estoy sentada en la primera mesa, justo al lado de la puerta abierta. Buscando inspiración; analizando hojas en blanco (la gente sale, otra gente entra y siento sus miradas sobre mí. Pensando, posiblemente, "debe estar loca" o "tiene problemas"). Buscando a la musa, o tal vez a algún familiar suyo, entre el balbuceo torpe de mis desvaríos y el bullicio bombardeante de la sala.
Leyendo historias talladas en la mesa de madera, las mismas que la hacen lucir desgastada y árida.
Las paredes en proceso de transformación, de color blanco a gris, quizá marrón... o probablemente algo que no esté en la gama de colores inventada por una entidad supuestamente terrestre.

El pasillo escucha descaradamente los chismes del fin de semana y las mismas descripciones físicas y patológicas del novio del mes.
El polvo cubre casi todo y aún está esa mancha de gaseosa en una de las paredes desde hace dos meses aproximadamente. Me pregunto si algún día podré dejar una marca (mancha o lo que sea) que dure tanto como esta y que nadie se moleste en borrar.

Acabo de recordar que alguien me pidió que esperara. No lo tenía presente. Es mejor que deje de escribir esto delante de cada persona que atraviesa esa puerta. Mejor me dedico a esperar. Y si me pregunta: "¿qué hacías?"... Le entregaré esta hoja. Aunque el porcentaje más alto de su reacción sea una risotada.



PD. Tal cosa no sucedió (su pregunta).



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