4/8/08

Miedo insomne

By LVI



La cama de arriba se confunde con el techo cuando apago la luz. El ventilador hace esfuerzos sobrehumanos para darme una temperatura corporal aceptable, pero no sirve. Mi sangre, otra vez, se convierte en el plato predilecto de los mosquitos, han venido a cenar a su restaurante gratuito preferido. ¿Debería sentirme bien por esto? ¿Alguien sabe?… Coloco música suave mientras llega una respuesta. Me adormezco falsamente a ver si mis ojos se comen el cuento de que estoy exhausta y deciden bajar su “Santa María” respectiva, pero se me antoja un bulto en la oscuridad… parece alguien recostado en la otra cama.
Psicodélicas imágenes me bombardean y mi paranoia grita: “¡Un duende!”, “¡Un fantasma!”, “un extraterrestre”. Cierro los ojos aturdida, pero fingiendo calma y los abro como quien no quiere la cosa a ver si el bulto sigue ahí. Y sí. Resulta que está en el mismo lugar, es real y no se ha movido. “¿Qué es eso?”, pienso, al tiempo que mis ojos se abren más, creyendo que así lograrán enfocar el objeto. Nada. Todavía percibo lo mismo y el “algo” no realiza ningún movimiento. “Mejor lo hago yo”, vuelvo a pensar, entonces, intentando ser lo más natural posible, cambio de posición en la cama-sofá.

Ahora la visión se me dificulta y obligo a la cola del ojo derecho, a vigilar al intruso, que parece tener un brazo. ¿O es que desde el otro sitio no se veía? ¿Cómo diablos puedo saberlo? Lamento no haber ido a misa. Lamento no haberme confesado después de la primera comunión. (Piensa, Laura, puede que te hayan perdonado. Han pasado más de diez años, ¿recuerdas?).
Y sí. Claro que recuerdo. Como también recuerdo que mucha gente sin alma fue la razón más pesada para que yo dejara de asistir a aquellas visitas divinas los domingos. ¿Qué quieres que haga? Yo no vendo almas, ni las regalo. De hecho, es muy difícil conseguirlas.
La discusión con mi álter ego me distrae y por instantes, me olvido completamente que hace un rato me moría de miedo. De esa “reacción irracional a los excesos de imaginación”.

Volvamos a lo nuestro. Mi prima duerme seriamente (Sí, seriamente. Se puede decir que descansa, pero es como si, hasta dormida, supiera que mañana le espera otro día de trabajo estresante). A todas estas, hago lo posible por no hacer ruidos, por bajar la velocidad de mi respiración. Busco a tientas el valor... Aparto la sábana fría de encima y me siento en el sofá tratando de medir las dimensiones de la habitación en penumbras. Sin voltear a mirar el bulto, me levanto con un brazo en el aire y acaricio la pared hasta dar con el interruptor. Lo enciendo.
El ente no identificado era un bolso con ropa de mi prima. Suspiro en un santiamén y finjo buscar alguna cosa en el armario. ¿Un libro? Me dará sueño de verdad. La libreta vieja. Sí… el estilógrafo aún tiene tinta de reserva.
Me siento a escribir y los mosquitos que se alimentaron de mí, ahora están borrachos y apareándose. Paso mi mano con la intención de espantarlos, pero al parecer, se llevaron mi sangre y mi mala suerte. Los he matado. ¿Debería sentirme bien por eso?

La música suave continúa sonando y yo, escribiendo todo aquello que alcanzo a observar, inventando cortometrajes surrealistas, convirtiéndome en verduga de insectos, aún espero una respuesta.

15/7/08

Nubes

By LVI



2:28 hrs. Habitación desconocida, ajena, acogedora y curiosamente familiar.
Es 3 de julio del año 2008, tercer milenio, siglo XXI.
Edad: el siglo sin I y dos días.


El sueño le da empujones a este cuerpo y Satanás, que una vez lució como serpiente en el paraíso, hoy se ve como una almohada corriente y benditamente cómoda. "Descansa unos minutos", intenta negociar, pero mi álter ego me conoce demasiado y se niega a darme el permiso. "Tiene que estudiar", responde secamente, como un mediodía.

Aire frío peina mi espalda a tal grado que imagino a mis lunares escondiéndose; aliándose a las pecas de mis hombros en busca de calor. La luz y el hecho de estar sentada escribiendo en cierta posición me obligan a darle la espalda a mi sombra faldera que parece descansar pacíficamente sobre el colchón donde debería haber otro cuerpo que deseara ser mi sueño, mi cansancio, mi adicción y, en vez de ser las horas (días) sin dormir quienes me persigan, sea ése cuerpo, pues, el que me dé esos empujones hacia las nubes de plumas.


26/6/08

"Uno debería aprovechar la poesía"

Otra vez publicando cosas sin permiso de sus autores, pero no importa. De antemano pido perdón al señor Agudelo por si alguna vez se entera que lo he hecho y considera una ofensa la presencia de algún poema suyo en este recóndito e intransitado blog...


Uno debería aprovechar la poesía
para hablar mal de la familia
burlarse un poco del Edipo
destrozar con ironías a todas la tías del mundo;
la que quiso que aprendieras guitarra,
la que te hizo recitar en las visitas,
la que te recomendó las vitaminas,
la que te regalaba galletitas hechas en casa.
Uno debería aprovechar el poema
para hablar horrores de los amigos;
de uno que tiene al alma seca,
de otro que se engordó y tiene dos hijos naturales
y algún día les dará su apellido,
del que se acuesta con la mujer que te gusta
o del que te llama a media noche,
del otro que tiene mal gusto y además es moralista.
Uno debería aprovechar la poesía.
Pero no.


Darío Jaramillo Agudelo.

17/6/08

Círculo vicioso

[Transcrito directamente de una hoja]

Por poco olvido el placer casi sexual de escribir. Hice un juicio y declaré culpable a mi hipnosis por la tecnología. Mis manos se volvieron amantes de los teclados con el alfabeto organizado por un tipo con gafas gigantes y siete bolígrafos en el bolsillo de su camisa a cuadros de mal gusto.


Había lanzado toda esta magia a un agujero negro. Fui incapaz de recordar cómo se tensaba mi antebrazo derecho cuando era más adolescente y hacía que alguna página inocente pagara por cualquier injusticia del hogar o del mundo. Y cómo o con qué intensidad enrojecían cuatro dedos de mi mano ahorcando un lápiz de madera tan largo como mi cuarta -cosa que también había borrado mi peligrosa memoria-.
Además, la increíble y atractiva textura de una hoja por detrás, luego de haber volcado un rato de furia o felicidad en ella por el lado opuesto.
Y después, el aroma a grafito, madera, pintura y goma cuando el lápiz era devorado por mi dentadura mientras pensaba maneras de no sonar tan cursi, o me perdía en una ensoñación que nada tenía que ver con lo vivido.

Compré una caja de lápices con la intención de reemplazar al desgastado y adictivo teclado del ordenador.
Utilizo las hojas que quedan de una libreta del semestre pasado. No sé, todavía, si para darle un tono humilde o porque me gustaba mucho el blanco de sus páginas.
Cerca, pero con poco volumen, cantan Sabina, Silvio, Arjona, Cepeda y unas bandas de rock alternativo pasadas de moda. Los escucho luego de haber tomado una ducha caliente, de esas que disuelven demonios, rabietas; inutilidades a las que le damos una importancia que no ameritan. De lo único que me quejo es que, al abrir la puerta, regresas a la misma dimensión de antes porque una odiosa brisa fría se aferra a tu cuerpo, como el melancólico familiar que te espera cuando llegas de algún viaje.

Me he vuelto más cerrada y ya no escribo como antes. Probablemente me contagié de adultez aburrida. No me emocionan las mismas cosas, me avergüenzo de mi pasado, lloro si bebo, tengo muchas ganas de correr y no encuentro un motivo que las justifique. Sólo hay una cosa que tal vez jamás cambiará. Y es el hecho de lograr sentirme parte del resto de la gente (luego de exagerados esfuerzos) y que, justo en el mejor momento; cuando disfruto, río, converso y me uno a la multitud, me vuelven a dar más razones para ser como era. Como he sido.
Como soy.

10/5/08

Relato I - Fragmento duodécimo

Los pájaros comenzaron a hacer su rutina matutina de ruidos excitados y se movían de un árbol a otro. Como si estuviesen compitiendo por cuál de ellos cantaba más fuerte. Era una pesadilla viviente. Mientras más se quejaba la gente, más ruido hacían.
Las sábanas realizaban perezosos movimientos y jugaban con la luz que irrumpía en su limpieza y calidez. Marcos hacía esfuerzos por mantenerse dormido unos minutos más, pero la tarea resultó imposible con la carencia de cortinas y el resonar insistente de las bocinas en las calles.

Había apagado la alarma del despertador inconscientemente. No recordaba haberla escuchado y menos haberla desactivado. Rápidas vibraciones provenían de su buró, extendió la mano y tomó su celular. En el monitor aparecía “Sandra” sobre una cifra.

-¡¿Listo para revelarnos todo?! –dijo la voz sumamente animada al otro lado
-Hola… -contestó con voz ronca.
-Marcos.
-¿Qué?
-¿No te has levantado?
-No. Sí. Es que no estoy listo aún.
-Vas a llegar tarde, para variar. Apúrate. En fin… sólo queríamos saber si descansaste.
-Creo que sí… yo… -parecía haber reaccionado, pero disimuló –los veo en la oficina.
-Bueno, dale. Te esperamos.

¿Había dicho “Revelarnos todo”?, ¿a qué se refería? Probablemente sólo era otra de las bromas grupales que solían hacerle. Enseguida consultó la agenda del teléfono celular y marcaba la fecha diez de junio. Era imposible.
Encendió el ordenador, la radio, el televisor. Buscó las noticias. Sacó una jarra de agua de la nevera, llenó un vaso y se lo echó en la cara. Abrió los ojos y todo seguía igual. Comprobó que su celular no estaba mal configurado. Era 10 de junio. ¿Qué había hecho el día anterior? Revisó toda la habitación, el cesto de la ropa sucia. Lo primero que vio fue una camisa de mangas largas verde oscuro y un pantalón negro. No soportó más el desconcierto y marcó un número en su celular.

-Eric…¿cómo estás? –no sabía cómo decirlo.
-Bien, ¿qué pasó? –preguntó Eric asombrado. Era una llamada inesperada.
-Te va a sonar muy extraño, pero necesito saber qué ropa tenía puesta ayer.
-¿Qué?, ¿cómo voy a saber? –contestó entre risas
-Es en serio. Pregúntale a los otros. Pero sé discreto.
-Ya… ayer tenías una camisa verde…
-¿Pantalón negro?
-Bueno, creo. Déjame comprobar con Sandra…-se escucharon murmullos y por fin regresó- Sí, era eso.
-Eric. ¿Qué fecha es hoy?
-Pero ¿cuál es el chiste?
-Te dije que es en serio. Dime, por favor.
-Diez de junio.

Tras escuchar eso último, colgó el teléfono para no contestar más preguntas. No podía ser. Diez de junio. La noche anterior todos habían ido a beber y él había decidido irse a su apartamento porque ella iba a cenar con su esposo.

Había soñado un día entero en una madrugada. Su mirada se perdió en una de las baldosas del piso y retrocedió hasta hacer contacto con la cama y sin querer, sin darse cuenta, cayó sentado. Si alguien hubiese estado mirándolo, pensaría que estaba demente. Sólo vestía un pantalón blanco, el cabello revuelto, la barba con algunos milímetros y los brazos apoyados en sus muslos. Sin pronunciar palabra. Sólo maquinando qué era lo que había pasado. Y lo que no.
El periodista del noticiero se confundía con unos “bips” de errores y eventos del antivirus de la computadora. Mientras la radio parecía desenfocar todo rastro de sonido con Lenny Kravitz cantando “California”. La banda sonora de su vida parecía haber renunciado y sólo le colocaban música al azar. Ni por casualidad acorde con sus sentimientos.
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P.D. Esta historia se convirtió en un compromiso (aunque no sé con quién) y he vuelto por ella. No tengo Internet... los ladrones también tienen moda, y la de este mes es robar cables de cobre de teléfonos en los edificios. Genial, ¿no?

21/2/08

Citando...

"Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente; enfrentar solo los hechos de la vida y ver si podía aprender lo que ella tenía que enseñar. Quise vivir profundamente y desechar todo aquello que no fuera vida... para no darme cuenta, en el momento de morir, que no había vivido."

Thoreau

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P.D. Carpe diem

6/2/08

Relato I - Fragmento undécimo

By LVI





-Marcos… -titubeó, suspirando
-Hueles a cerveza

Lo sabía. Estaba mal esa cercanía. Estaba mal, incluso, pensar en la posibilidad de un beso. Aunque sólo fuese un roce angustioso. Y sólo se le atravesó ese ridículo comentario que terminó por salvar el momento.
Ella rió y, cautelosamente, se separaron, incorporándose en el banco aquel… Testigo mudo de la prevención de un accidente. O un milagro.

-Sorry… -dijo en tono discreto, bromeando quizás.
-Tranquilo –se adelantó ella para salir rápido de la incómoda situación.
Él asintió.
-Yo voy a entrar. No me importa que Camacho me vea… tengo frío.
-Vamos…

Pasaron al edificio y se quedaron en el lobby. Era casi la hora de salida y sólo estaba David, el aburrido recepcionista.
A Marcos siempre le había atraído ese escenario. A pesar de que su ciudad no era la más grande o avanzada, el edificio tenía ese toque tecnológico y oscuro que encontramos en cualquier película futurista. Y era una de las cosas que lo motivaba. Era como mudarse a otros planos.

-Creo que no tengo buenas ideas. Hace más frío aquí…
-Definitivamente
-¿Volvemos a salir?
-¿Qué dirá David? –preguntó con ironía.
Ella resopló divertida y se dirigió a la puerta. Marcos la siguió de nuevo y se mantuvieron afuera, apoyados en una de las paredes cercanas.
Sintiéndose impotente y algo tonto, encendió un cigarrillo. Era una de sus contadas maneras de escapar de las cosas.

-¿Por qué no hiciste la pregunta? –reclamó Karen.
-¡¿Qué?! –exclamó él, concentrándose.
-Tú sabes. La gente normal pregunta: “¿te molesta que fume?”
-¿Y quién dijo que yo era normal? –dijo con dificultad, riendo.
-¿Al menos eres decente?
-No creí que iba a molestarte.
-Ni siquiera invitas…
Volvieron a reír juntos y él sacó un cigarro para entregárselo.

-Así que Karen, la perfecta, tiene un lado oscuro… -bromeó, buscando entre sus bolsillos el fuego.
-Te sorprendería saber qué tan oscuro es ese lado.
-No me digas… -fue lo que pudo responder.

Ella juntó sus manos protegiendo del viento el extremo del cigarrillo. Él acercó las suyas con el encendedor que se había empeñado en fallar.

-Clásico –comentó ella, dándose por vencida.
-Tal vez se niega a que una dama haga esto.
-¿Ah, sí? Pues me asombra su caballerosidad.
Él sonrió y se acercó a un basurero para deshacerse del encendedor.
-Podría encenderlo con el mío.
-No estoy tan desesperada… Gracias.
-¿De verdad? –preguntó inhalando nicotina con mucha fuerza. Casi con placer.
-Eres de lo peor…
-O podría compartir el humo.
-¿Cómo?
-¿Nunca jugaste eso?
-Evidentemente, no.
-Bueno… estás con tu grupo de amigos fumando a escondidas. Todos se sientan en círculo, una persona inhala la primera bocanada, la exhala dentro de la boca de alguien a su lado y ésta inhala para repetir el proceso…
-Fumar a escondidas…
-¿Qué?, ¿tampoco lo hiciste?
-Tampoco.
-Déjame decirte que perdiste la mitad de tu vida.
-Por Dios, qué exagerado…
-En serio. Era lo máximo… La emoción no estaba en fumar, sino en la adrenalina por la sensación de poder ser descubierto, porque era algo prohibido. Y la mejor parte es que no era algo malo del todo. Digo, nadie salía lastimado o ¡qué sé yo!, ¿entiendes?
-Qué interesante –dijo de nuevo con ese aire de saberlo todo.
-Entonces, ¿no quieres que compartamos el humo? –preguntó sin hacerle mucho caso.
-Sigue siendo prohibido.
Él bajó la mirada. Lo sabía.

-Bueno… igual ya se está terminando –trató de deshacerse de la tensión.
-Pero podría intentarlo –dijo ella finalmente y él creyó en los milagros.
-¿Segura? –preguntó sin poder contener su alegría.
-Dale, que se acaba.

Se dispuso a inhalar todo lo que quedaba. Ella se acercó con la boca semiabierta e inconsciente y automáticamente cerró sus ojos. El tiempo pasaba despacio. Tanto, que Marcos alucinaba escuchar sus propios latidos, su pulso y la respiración de ella.
Era su momento. Se deshizo rápidamente del humo y volvió a acercarse a su boca que continuaba expectante. Se dejó llevar por el deseo y finalmente chocaron sus labios. No era un sueño. No podría serlo. La estaba besando. Un beso. El tan fantaseado beso. Lento, impactante, abarrotado de emoción. Y al mismo tiempo, apasionado… como lamer restos de chocolate derretido en su envoltura. Nueve, doce, quince segundos. ¡¿Acaso importaba?! Claro que importaba, ¡idiota, idiota, idiota! Acababa de firmar su contrato de morada al mismo infierno. Aunque pareciese el paraíso.
Pero, un momento. Ella también lo estaba besando. ¡Imposible!
Sus delicadas y perfectamente manicuradas manos reposaban en su cuello. Él sintió esta vez, más intensamente, la necesidad de tocarla y rodeó parte de su espalda con firmeza.


-Tenías razón –dijo ella sonriendo, cuando por fin se separaron.
Él no tenía palabras. Estaba aterrado.
-Eso de la adrenalina, la emoción…
-Ah… ¡claro, claro! –pronunciaba con dificultad.
-Pero sigue siendo prohibido –buscó su mirada
-Yo sé… perdóname, yo no quería…
-¿No querías? Ahora comienzo a dudar si saldrá o no alguien lastimado esta vez...
-No, no, no, entiéndeme…

Y como si de una telenovela se tratase, sus compañeros atravesaron la salida con la bulla característica. Pero no repararon en sus presencias y siguieron hacia la avenida.

-Me tengo que ir –dijo, sin dejarlo continuar y se marchó.

Después de algunos minutos Marcos reaccionó, dio media vuelta y se fue a su casa caminando. Descifrando todavía aquella fiesta de su boca. Chocolate. Uvas. Fresas. Cerveza. Fuego. Nicotina. Saliva. Cielo. Algún día lo descubriría.



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21/1/08

A quien lo pregunte

By Alan Romero.
Al volante y en el retrovisor, LVI.
A la derecha, la china.


Sólo una de esas horas libres en que no encuentras qué hacer porque no tuviste la grandiosa idea de llevarte a la universidad ese buen libro que estabas leyendo...

Estoy sentada en la primera mesa, justo al lado de la puerta abierta. Buscando inspiración; analizando hojas en blanco (la gente sale, otra gente entra y siento sus miradas sobre mí. Pensando, posiblemente, "debe estar loca" o "tiene problemas"). Buscando a la musa, o tal vez a algún familiar suyo, entre el balbuceo torpe de mis desvaríos y el bullicio bombardeante de la sala.
Leyendo historias talladas en la mesa de madera, las mismas que la hacen lucir desgastada y árida.
Las paredes en proceso de transformación, de color blanco a gris, quizá marrón... o probablemente algo que no esté en la gama de colores inventada por una entidad supuestamente terrestre.

El pasillo escucha descaradamente los chismes del fin de semana y las mismas descripciones físicas y patológicas del novio del mes.
El polvo cubre casi todo y aún está esa mancha de gaseosa en una de las paredes desde hace dos meses aproximadamente. Me pregunto si algún día podré dejar una marca (mancha o lo que sea) que dure tanto como esta y que nadie se moleste en borrar.

Acabo de recordar que alguien me pidió que esperara. No lo tenía presente. Es mejor que deje de escribir esto delante de cada persona que atraviesa esa puerta. Mejor me dedico a esperar. Y si me pregunta: "¿qué hacías?"... Le entregaré esta hoja. Aunque el porcentaje más alto de su reacción sea una risotada.



PD. Tal cosa no sucedió (su pregunta).



20/1/08

Relato I - Fragmento décimo

By LVI.
(La primera imagen de mi obsesión.
Lo siento, no he salido últimamente.
Sufro escasez de fotos).



Se perdieron en sus conversaciones y él olvido por completo los demás planes de ese día. Se habían quedado en el mirador que daba al mar. La brisa era adictiva. Había sido una jornada excelente… hasta que a ella se le ocurrió recordar que no debía estar en aquel sitio.

-¡Mira la hora, se nos hizo tarde, tenemos que irnos!
Él exhaló bajando la mirada.
-Lo sé.
-¡¿Y por qué no decías nada?!
-Esperaba que contestaras primero por qué no me habías preguntado hacia dónde íbamos hoy.
-¡Estás desquiciado! –alzó la voz riendo y se levantó dispuesta a irse.
-Ha sido entretenido… -confesó, imitando su gesto.

Dicho esto, ella le regaló una sonrisa cómplice. Y él pensó poder morir en paz. Aunque no sabía si era correcto pensarlo; ya estaba en el cielo.

Regresaron a las oficinas a tiempo y se quedaron fuera del edificio, esperando la salida de sus compañeros, para luego seguir con sus vidas normales.

-Ya, en serio… ¿me vas a decir por qué no preguntaste a dónde te llevaba?
-Dije que te lo diría cuando comprendiera la razón de tu locura.
-“La razón de tu locura” –repitió él con la mirada perdida
-Por Dios… -expresó ella subiendo los ojos
-¿Quiere decir, entonces, que no entendiste?
-Creo que sí. Pero me gustaría pensarlo más… Tú sabes, sería mejor conversarlo después.
-Claro, si así lo prefieres…
-Bueno… de todas maneras, gracias por esas horas…
Dijo alegre y enseguida lo abrazó. Sólo un abrazo amistoso, cruzado y caluroso. Pero demasiado espontáneo para haber salido de ella. Él se sorprendió, pero le correspondió sin dudarlo.
Se separaron rápidamente y se sentaron a esperar.

-¿Sabes que la cerveza deja un olor característico? -comentó
-¡Sí, horrible!, ¡¿será que tengo ese olor?! –preguntó ella alterada
-Sabes también que si bebiste cerveza con otra persona, esa otra persona no puede percibir ese olor… -dijo tratando de molestarla en broma
-No te soporto…
Declaró volteándose con una media sonrisa y él se acercó un poco más para atraer de nuevo su atención, pero antes de poder pronunciar otra palabra, ella se volteó de nuevo y sus rostros estaban muy cerca. Lo suficiente como para activar la alarma de “peligro” en sus cerebros.
Ninguno movió un músculo y tampoco se arriesgaban a bajar la mirada. Querían que sucediera, pero sus respectivos pares de ojos llevaban el mismo cartel. Miedo.

17/1/08

Corta travesía

Foto cortesía de USA Today (creo).
Sólo una buena (excelente) noticia.

They're back!


No he escrito una palabra bonita desde el año pasado (qué lejos se oye, ¿cierto?)...
Realmente no ha pasado demasiado. Refiriéndome al tiempo y a los sucesos. Pero lo que ha pasado, ha sido lento, fuerte y definitivo.

Mi cuerpo está encerrado en la habitación; me rehuso a moverme a cualquier lugar. Sólo por inercia salgo a la universidad, aunque prefiera seguir durmiendo. Ja... no sé de dónde saco tanto cansancio. Lo juro.
Entonces decía que, mi cuerpo está encerrado (decisión de él mismo). Pero una fracción de mi alma, quizá... osó salir por este mínimo agujero para explicarle a nadie qué ha sido de mí.

Permanezco aquí, donde antes estaba. Aspirando que el semestre termine cuanto antes y seguir obteniendo buenas calificaciones para dejar más tranquila a mi familia.
Estoy durmiendo lo que no como. Y para ser honesta, no me apetece nada. Ni siquiera hablar (tomando en cuenta que últimamente estaba hablando mucho para lo que acostumbraba) o reír... o gritar. No quiero nada. El frío me despierta y me asomo a la ventana, pero no puedo abrirla... es de noche, hace más frío afuera. Y no tengo antojo de masoquismo.

Duermo demasiado desde hace una semana, lo sé. Es casi enfermizo. Y si resuelvo mirarme al espejo luego de lavar mi cara, es peor. Las ojeras siguen intactas. Pienso que tal vez se deban a que Morfeo o algún ente infernal me da palizas porque estoy pasando más tiempo en aquel universo que en el mío. Aún no lo sé. Y tampoco quiero probar lo contrario.

La vida me ha malcriado. No debería estar escribiendo esto -dice mi Álter ego, con su tan marcado acento español-
Y está bien. Es hora de volver a mi celda... no quiero emocionarme.

Feliz año nuevo. Feliz, feliz, feliz.