25/12/07

Relato I - Fragmento noveno

By LVI


Había pedido autorización al jefe para salir del trabajo con ella tres horas antes, prometiendo que lo compensaría su día libre con seis horas, pagando por ambos. Y Camacho, el jefe, no vaciló mucho en cederle ese permiso. Era uno de los más eficientes y responsables de la oficina, aunque tenía la reputación de llegar retrasado la mayoría de las veces. Pero al jefe no le importaba, mientras el trabajo estuviese bien hecho.

Se acercaba la mitad del año y pronto tendrían sus dos semanas de vacaciones, pero obviamente no iba a poder verla. ¿Qué pretextos inventaría?. Esos últimos días se encontraban exahustos y habían concordado en que no les provocaba asistir al trabajo (mentira por parte de él). Entonces, sin mucho esfuerzo, logró convencerla de salir un día tres horas antes de lo normal y pasear por la ciudad.

-¡¿Qué vamos a hacer en tres horas?! Yo tengo que ir a mi casa después del trabajo, ¿sabías?
-Te sorprendería lo que se puede hacer en tres horas.
-¿Estás consciente de que no podemos exceder ese tiempo? –preguntó ella esquivando su insinuación.
-Totalmente –respondió con la mirada fija

Claro que sabía que debía regresar a la hora de siempre. Sabía perfectamente que alguien la esperaba. Aunque sería mágicamente perfecto no saberlo… y más mágico y perfecto todavía; que no fuese verdad.

-Bueno… cualquier cosa será culpa tuya. –dijo ella escondiendo una sonrisa, dando media vuelta y regresando a su oficina.
-"Usted es la culpable de todas mis angustias y todos mis quebrantos" –musitó con melodía cuando estuvo seguro de tenerla lo bastante lejos.

Por fin salieron del edificio y tomaron un bus con ruta desconocida.

-Nunca había hecho esto… -confesó ella, mirando el suelo.
-De eso se trata –respondió observándola.
-¡¿Me puedes explicar?! –interrogó con su tono característico, volteando a verlo.
-Cuando regresemos, debes decirme si comprendiste. Sino, volveremos a intentarlo. Y si aún con un segundo intento de tres horas o dos, no comprendes, inventaré otra excusa para salir otro día mucho antes y pagaré, ciertamente, con mi despido o, si Camacho tiene algo de piedad, me costará los próximos días libres del resto de mi estadía en la oficina.
-¡¿Qué estás diciendo?! –dijo ella entre risas
-Porque, por supuesto, siempre pagaré las horas que ambos faltemos.
-¡No! No podemos faltar más. Estás loco…-dijo aún riendo

-¿A dónde vamos? –preguntó luego de minutos de silencio y él rió
-Estaba esperando que lo preguntaras. Eres un poco predecible…
-Predecible, no. Me parece que debo tener mi toque de locura también por no habértelo preguntado antes… -dijo desviando la mirada.
-¿Por qué no lo hiciste? –preguntó enseriándose.
-¿Por qué más, tonto?
-Te juro que no sé…
-Te lo diré cuando comprenda por qué estamos haciendo todo esto.

Los dos rieron. Apareció el crepúsculo y descendieron en una zona alejada del centro de la ciudad. Caminaron algunas calles bebiendo cerveza y subieron a un pequeño mirador.

-¿Cómo se llama esto?
-Creo que los borrachos destrozaron el letrero… pero no es importante.
-La vista es espectacular… No sé por qué no había venido…
-Nadie sabe. Y nadie viene… -dijo él mirando el mar.
-Está como escondido, ¿no crees?
-No creo que sea eso. Pero aquí, y en todas partes, la gente está demasiado ocupada como para tomarse un respiro. ¿No crees tú?
-Empezando por mí, ¿cierto? –interrogó reflexiva
-No hablaba de ti, pero es verdad… -respondió riendo suavemente.

Se quedaron ahí sentados, inventando temas de conversación mientras terminaban sus cervezas… mientras el sol decidía si ocultarse o hacerles eternos aquellos minutos.

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