14/12/07

Relato I - Fragmento octavo

Mano, imagen y edición asquerosa, by LVI.
Juró haber querido salvarla.

Él hablaba por su celular con un cliente algún asunto importante. Ellos y sus compañeros, reunidos fuera del edificio conversaban de cualquier cosa con intenciones de hacer lo mismo de todos los viernes.

-Hoy no podré acompañarlos.
-¿Algo que hacer? –preguntó él sin verla, pateando una piedra. Sospechando lo que venía a continuación.
-Cenaré con Miguel Ángel.
-¡Eso! Se puso pilas el hombre… -comentó alguna amiga

Ese nombre de nuevo, clavándole perdigones en la espalda. Porque hasta en eso le ganaba. Tenía un nombre famoso, importante.
Lo conocía y le había parecido un total imbécil, lo pensó de manera objetiva; fuera de la rabia natural que debería tenerle, pero aparte de todo, era un hombre de poder. Él, en cambio, era sólo un hombre.

-Ah… -fue lo único que él atinó a decir.
-Sí… -agregó ella con esa cara de “no quiero, pero debo”. Y lo miró como rogándole que hiciera algo. Que inventara alguna locura a la cual ella se negaría.

-Bueno… -dijo él, olvidándose de su conversación telefónica.
-“¿Me escucha?”-sonó del otro lado de la línea.
-Sí, lo escucho… entonces, la cita sería para…
-Nos vemos… -dijo ella, despidiéndose de todos.
-Nos vemos. –repitió él, vulnerable. Derrotado.

A los demás no les afectó en lo más mínimo lo sucedido. Pero él estaba muriendo. El comején que vivía en sus entrañas había resucitado y se lo estaba devorando por dentro. Quiso salvarla. Quiso hacer ese intento y lanzarle una soga para sacarla de las garras de su esposo, aunque finalmente fallara, como siempre.
Colgó el teléfono y se dedicó a oír las conversaciones de nada que entablaban sus colegas.

-Muchachos, me voy a mi casa.
-¡¿Qué pasó?! –preguntó animado el fanfarrón de la banda.
-Estoy cansado…
-Yo conozco ese cansancio…-insinuó una segunda mujer
-Dale, hermano… ¡vamos! Tienes que relajarte… -insistió aquel compañero
-No, en serio, estoy muerto. No miento.
-¿Por qué siempre tan desanimado? –preguntó la más joven
-Mejor discutimos eso otro día. Prometo revelarte todo –bromeó.
-Bueno, ¿qué se hace? Cuídate… -se despidió uno de los nuevos que se integraba al equipo
-Chau, Marcos –dijo una de las mujeres.

Finalizado todo el protocolo informal, regresó caminando a su apartamento, acabando con la caja de cigarros.
Era una manera más de metaforizar su dolor. Aunque no sabía exactamente qué significaba eso… o si realmente debía llamarse así lo que sea que estuviese haciendo.


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